Ágape es uno de los tipos de amor definido en la Grecia antigua. Es un símbolo del amor desinteresado que se extiende a todas las personas, ya fueran familiares o extraños. Ágape se tradujo posteriormente al latín como cáritas, que es el origen de nuestra palabra caridad.
En mi opinión, lo más importante que podemos reflexionar sobre el amor son las acciones específicas y concretas que nosotros podamos hacer en cumplimiento con este sentimiento. Todas las grandes religiones y filosofías —absolutamente todas— coinciden en que el amor es el principio más importante en la creación. La creación está hecha por amor, de modo que es una vibración propia del proceso creativo. No hay religión ni corriente filosófica o espiritual que no lo sostenga o no lo diga. Y sin embargo, la humanidad permite que haya tanto odio, tanta violencia, tanta animosidad, tanto crimen, tantas muertes, que a principios de este siglo cada día mueren 35.000 niños. Son cosas que no calzan con las creencias que la gente dice sostener.
Yo creo que una de las razones fundamentales es que es bastante fácil declararle el amor a Dios. Porque como Él está en otra realidad trascendente, intangible para nosotros, es fácil decir “yo lo amo”. Es fácil ir a un templo, practicar algo, hacer una oración y decir “lo amo y Él me ama”, atribuirse que a uno Él lo ama. Pero la realidad es que las cosas no funcionan así, de lo contrario el mundo sería muy distinto. Tal vez lo principal es que uno tiene que realizarlo y practicarlo con las personas que a uno le rodean.
También es fácil lamentarse de lo que pasa en otra parte del mundo, emocionarse con una película, simpatizar con lo que vemos en televisión por lo que le sucede a alguien, pero en la casa o en el trabajo o con los vecinos se tiene otro comportamiento muy distinto, porque esa persona está quizás demasiado cerca y molesta.
Creo que mientras sea así, es una emoción externa. Uno tiene que demostrar el amor con acciones concretas con las personas que están al lado de uno. Uno no puede arreglar los males del mundo, pero sí puede poner una cuota de amor y de servicio a la gente que está cerca, a la que le caiga bien y a la que le caiga mal, a quienes lo quieran y a quienes lo odian. Sobre todo, con quienes le caen mal y a quienes le odian. Eso es lo más importante. Las acciones de amor y servicio se demuestran en esos pequeños actos. Tampoco en las grandes ceremonias y declaraciones, sino que en los pequeños gestos y en las pequeñas acciones.
Las simples labores administrativas se pueden convertir en una gran acción de amor. El preparar, por ejemplo, unos correos es un puro gesto de amor y de servicio. Y si se pone amor en eso, estoy convencido que esas vibraciones van allí, y puede llegarle a una persona en el momento más oportuno, más necesario, ya sea en este tiempo presente o en el tiempo futuro. Por ejemplo, alguien recibe hoy un mensaje nuestro y le impacta, le gusta y se siente emocionado porque recibió comunicación de su organización o de un amigo o de un hermano. Y otras veces, no tiene tiempo, está preocupado de otras cosas y la deja por ahí. Y pueden pasar días y semanas y se encuentra como por casualidad con un mensaje o con alguna información y justo entonces es su momento de apreciarlo.
Creo que el mundo y nuestra sociedad necesitan mucho de personas y organizaciones que entreguen amor.
Hay una oración que damos a conocer que dice en una parte: “Amor a todos los seres, al este, al norte, al sur, al oeste, arriba, abajo; amor a todos los seres.” Quiere poner énfasis en eso, que se trata de amar a todos sin distinción. Es natural que simpaticemos más con unos, sincronicemos más con otros, pero no deberíamos negar una ayuda solidaria, una palabra de aliento, de estímulo, un mensaje positivo a todas las personas. No cuesta gran cosa y esa palabra de aliento y de estímulo puede obrar milagros en alguien. A veces se recibe en el momento más oportuno, más necesario.
Sergio Valdivia C.
Rector del Instituto Internacional Círculo Aleph