En la tradición socrática, el mandato de «conócete a ti mismo» era visto como una invitación a la reflexión interna y a la búsqueda de la verdad personal. Platón, a través de los diálogos socráticos, presenta esta idea como un camino hacia la sabiduría y la virtud, donde el conocimiento de uno mismo es el primer paso hacia el conocimiento del mundo y de la justicia.
La filosofía occidental, desde Sócrates hasta Heidegger, ha estado excesivamente preocupada con el ser y el autoconocimiento. Es una orientación que egoísta y cerrada que no considera nuestra relación con el otro. La ética no se origina en la introspección o en el conocimiento del yo, sino en la relación con el otro, en la responsabilidad y el respeto hacia la existencia de las otras personas, con su identidad, historia y creencias particulares.
El sentido de la existencia no se encuentra en la búsqueda interna del yo, sino en la apertura hacia los demás. Esta apertura es una respuesta ética que no busca comprender al otro a través de categorías preexistentes, sino que respeta su individualidad y su posibilidad de cambio constante.
Nuestra manera de relacionarnos y comportarnos nos revela el conocimiento y comprensión de nosotros mismos. Este compromiso ético se manifiesta en la relación cara a cara, donde el otro con quién se dialoga y se busca una respuesta. Esta interpelación no es una invitación a conocer al otro de manera objetiva, sino un llamado a la responsabilidad y a la respuesta ética.
El verdadero fundamento de la moralidad no se encuentra en el conocimiento del yo, sino en la relación ética con el otro. Este cambio de enfoque tiene profundas implicaciones para nuestra comprensión de la responsabilidad, la justicia y la humanidad misma.
Sergio Valdivia C.